Cada movimiento político, estético, artístico o de cualquier tipo, lleva un sello que lo identifica. Me considero anarquista y humanista y libertario, y para ello no había símbolo que lo representara. Es por ello que repensando el símbolo del anarquismo (lo más cercano a mis convicciones), fuí transformando la "A" en una "H". ¿Por qué? Si le prestamos atención al símbolo, vemos que la "A" tiene el extremo superior "cerrado" y sólo abierto el extremo inferior; esto me generó dos ideas distintas pero complementarias, en primer lugar, me da la noción de "pirámide", es decir, que el punto de encuentro superior "lidera" el abierto extremo inferior, se ve pronto una especie de "jerarquía" que a simple vista salta del símbolo; y en segundo lugar, si un extremo está cerrado significa que no "escucha" las voces que llegan de "todas" las direcciones, pues el extremo superior está "sordo". Por ello, lo único que atiné a hacer fue abrir el extremo superior, para que se escuchen todas las voces y para romper con el sistema jerarquizado que se notaba a simple vista. Finalmente, la "H" que quedó, coincide con las siglas del movimiento que propongo: "Humanismo Cooperativista Libertario (Hu.Co.L.)". Entiendo que el símbolo es lo de menos, pero me resulta feliz poder transmitir el proceso interno que me llevó a transformar la vieja "A" anarquista a la nueva "H" hucolista; fue simplemente un juego visual, pero que tiene sus raíces ideológicas.

viernes, 25 de marzo de 2011

¿POR QUÉ “COOPERATIVISTA”?
            Ríos de tinta han corrido invocando la palabra “cooperativa”. Leyes y más leyes la encuadran, la limitan, la protegen (o dicen protegerla), la definen, la nombran. Inclusive las mismas cooperativas (mejor dicho, aquellas instituciones que se hacen llamar cooperativas) tienen kilos de papeles en donde se dictan los “estatutos” que deben observar los socios para ser incluidos dentro de la cooperativa. No obstante, es el mejor de todos los males tal como se la conoce hoy. El concepto de cooperativa ha involucionado y me creo en el deber de reivindi-carla.
            La cooperativa no siempre fue tal como se describe en el párrafo anterior. Es más, hoy están funcionando miles de pequeñas cooperativas ba-jo el concepto más puro del término.
            La acción cooperativista se la debemos a la ola inmigratoria de italiano, españoles y demás, que han venido a poblar nuestro suelo, a prin-cipios del siglo pasado, huyendo de la guerra y la miseria de Europa. Estos inmigrantes se encontra-ron solos y con otra lengua, con una tierra vasta, inhóspita y virgen que pronto pusieron a producir. Pero no lo hicieron individualmente, es decir, cada uno por su lado, sino que las familias se ayudaban mutuamente formando verdaderas comunidades de italianos, o españoles, o alemanes, etc., que iban de casa en casa levantando graneros, cultivando, cosechando, faenando, o prestando ayuda desinteresada a aquella familia de su comunidad que lo necesitara. Claro, en ese momento no se dieron cuenta que estaban formando verdaderas comunidades cooperativas, simplemente iban todos en ayuda del vecino que los necesitara. Nada de estatutos ni de leyes, se movían naturalmente porque era la “acción” lo que primaba. Es decir, en su sentido más puro, cooperativa significa acción directa, sin preámbu-los ni leyes, ni estatutos, si hay que hacer algo, se hace y punto, en ese momento no importaba si era socio o no, si tenía las cuotas al día, si formaba parte de la comisión directiva, si tenía influencias, no, nada de eso, acción lo que primaba era la acción; si alguien de la comunidad tenía una necesidad que cubrir, el resto le daba una mano sin la necesidad de leer primero los “estatutos”. El cooperativismo era algo natural, tan natural que no tenía nombre, sólo la necesidad de ser.
            En la actualidad, las comunidades que se han formado de modo cooperativista tienen que su estamento en el plano únicamente laboral; y no está mal, todo lo contrario, los obreros debieron cambiar de pronto y por necesidad su forma de ver al mundo para adecuarse a una forma de trabajo más solidario y cooperativista si querían conservar sus puestos de trabajo. Algo está cambiando, lo sé, son cada vez más las células cooperativistas que están naciendo y creciendo para hacerle frente a un sistema despótico, opresivo y parcial que los hundiría irremediable-mente sino fuera por la “acción” de tomar la fábrica, la empresa o lo que fuera.
            Lo que intento decir es que está impreso en el germen humano el ser cooperativo, pues cuan-do el ser humano se siente amenazado, recurre naturalmente, al grupo de pertenencia y, natural-mente también, el grupo acude a su ayuda.