“Conócete a ti mismo”
Esta es otra de las sentencias que debería observar un ser comunitario. Es imprescindible conocerse a sí mismo para empezar con las acciones comunicativas, sociales y de convivencia.
Conocerse a sí mismo no tiene sólo el valor espiritual que le asignan un gran número de religiones y sectas religiosas, sino que habla también de conocer nuestros propios límites en razón de las utilidades que podemos ofrecer a la comunidad; y está justamente en el “ofrecer” el nudo que une esta sentencia con la anterior. Cuánto más nos conozcamos, mejor nos vamos a desenvolver social y laboralmente en la comunidad y esto redundaría en convertirnos en seres “solidarios y cooperativos”, es decir, estaríamos apoyando la idea de convertirnos en seres “comunitarios”.
Conocerse a sí mimo implica un gran trabajo y esfuerzo que sólo puede realizarlo cada uno y de forma individual. Es una introspección hasta nuestra pura esencia para delimitar y hacerse cargo de los defectos y de las virtudes que nos definen. Nadie nos puede ayudar, sólo puede haber alguien que nos guíe o que nos muestre el camino, pero dicho sendero debemos recorrerlo solos, y la puerta que se halla al final, sólo nuestra mano puede abrirla.
Según mi propia experiencia, puedo afirmar que el sacrificio en pos de los demás es uno de los caminos posibles hacia ese interior que nos espera. La tarea comunitaria, el sacrificio desinteresado, las acciones no egoístas, el dar sin esperar retribución, etc., son sólo otros de los caminos posibles, nuestro deber es encontrar el nuestro y practicarlo honesta y desinteresadamente para unirnos a nuestro yo interior. Sólo él es capaz de decirnos cuáles son nuestros límites, nuestros errores, nuestras virtudes y nuestros defectos; sólo él, porque es el único capaz de hablarnos con total franqueza, sin tapujos y sin piedad; sólo nuestro yo interior es el capaz de transformarnos de seres civilizados en seres comunitarios, pues el camino que hemos recorrido ya nos define como personas, sólo falta unirnos con nosotros mismos para determinar (sin error posible porque es algo natural), nuestro verdadero estado de pureza comunitaria.
No estoy proponiendo nada chamánico, orientalista, religioso, sectario, cofrádico, etc., sino algo tan natural como nacer, crecer, reproducirse y morir. Más aún, no estoy proponiendo nada nuevo, ya Aristóteles, padre de la filosofía, sentenciaba lo mismo hace más de 2500 años.
Sólo conociéndonos a nosotros mismos seremos capaces de conocer, en toda su esencia, al otro. Sólo ayudándonos a nosotros mismos estaremos en condiciones de ayudar a los demás. El día que estemos repletos de paz interior, de justicia, de equidad, estaremos en condiciones de salir a desplegar nuestros atributos para beneficio del resto de la comunidad.
No hay comentarios:
Publicar un comentario